El calendario comercial y
consumista anuncia mayo. Los centros
comerciales, los restaurantes y los medios de comunicación se organizan para
celebrar a las “mamás”. Planchas,
refrigeradoras, microondas, cenas, teléfonos celulares, entre otros, aparecen
en oferta para dar el mejor regalo a
mamá, acompañado de un discurso que la nombra como “La reina del hogar” “La que
se encarga de todo” “La que trabaja sin
descuidar su hogar” “La mujer emprendedora y soñadora”.
Dadas estas condiciones, el mes
de mayo y su contexto es un buen momento
para hacer reflexión feminista sobre la maternidad. De esa cuenta, uno de los primeros
cuestionamientos es que cuando se plantea así en singular “la maternidad”,
desdibuja y deja fuera la diversidad de
maternidades que muchas mujeres viven: madres solteras, madres divorciadas,
madres viudas, madres a la distancia,
madres con hijos e hijas asesinados o desaparecidos, madres desplazadas, madres
adoptivas, madres abuelas, madres hermanas, madres que comparten su maternidad
con otras mujeres… La vivencia de las maternidades es en plural y es necesario
visibilizarlo, porque, además, la maternidad sigue siendo el rol asignado
que toda mujer debe ejercer por
naturaleza.
Como lo plantea la maestra Ana
Lucía Hernández Cordero, feminista guatemalteca, no se trata solamente de ser madre, se exige
que se sea “buena madre”, respondiendo a
los cánones sociales. Ana Lucía
caracteriza esto de ser “buena madre” en
base a tres ideas fundamentales: a) la centralidad del instinto maternal, del
deseo desenfrenado y natural de querer tener hijos; b) la maternidad como mandato de ser mujer; c) la
exigencia de una “adecuada” crianza infantil.
Así, una “buena madre” es la
mujer que desea ser madre, que cuida y se dedica a sus hijos. En esta misma línea de reflexión, Ana Lucía
sigue apuntando: “Continúa existiendo una necesidad simbólica de “sentirse
madre”, para el reconocimiento propio y
de los demás. Convertirse en madre significa un paso hacia la vida
adulta.”
Ese rol asignado de “buena madre”
se centra en que las mujeres sigamos “siendo para los demás”. Las mujeres que
somos madres, nos dedicamos en una proporción muchísimo mayor que los hombres
al trabajo del hogar y al cuidado de los hijos e hijas. Esto genera la “pobreza de tiempo”. Es un concepto que está siendo introducido
por Marta Lamas. El tiempo es un indicador
de bienestar y hay una marcada desigualdad en el uso del tiempo entre hombres y
mujeres.
Históricamente las
mujeres nos hemos hecho cargo de los cuidados del hogar, y actualmente con el
ingreso a trabajos remunerados y actividades políticas, las jornadas se han triplicado. Se ha dado una merma sustantiva del tiempo, en cantidad y calidad, que
nos podríamos dedicar a nosotras mismas, al descanso, al ocio, a la formación.
[…] Para las madres la crianza es una
actividad primaria, y éstas hacen más actividades dobles, más trabajo físico, con
un horario más rígido y una responsabilidad mayor que la que tienen los padres.
El cuidado de los padres se da dentro de una disponibilidad de tiempo menor, y
casi siempre es una actividad secundaria, que no aligera a las madres de sus
tareas de cuidado principal. Por eso las madres dedican muchísimo más tiempo al
cuidado infantil, y de una manera que las limita para desempeñar otras
funciones.
El cuido de las hijas e hijos,
sigue siendo naturalmente asignado a las madres como una actividad primaria.
Sin embargo, muchas mujeres están redefiniendo y transgrediendo el ideal de
madre, de “buena madre”, y resignificando la vivencia de sus maternidades.
Desearte un FELIZ DÍA DE LA MADRE,
desde la AMEF, es invitarte a cuestionar:
- ¿Cómo estás viviendo tu maternidad?
- Si tienes pareja, ¿cómo se están
distribuyendo las tareas del hogar?
- ¿Cómo evalúas el indicador
“tiempo” en tu vida para favorecer tu
bienestar?
- ¿Qué acciones necesitas hacer o
dejar de hacer para disfrutar del descanso, el ocio, tu formación?
Guatemala, mayo 2013.